domingo, 22 de febrero de 2015

Nuevo mapa para profundizar en el enigma de las moléculas extrañas que flotan por la galaxia

Desde que en 1922 la astrónoma Mary Lea Heger del Observatorio Lick en Estados Unidos descubrió lo que los astrónomos conocen como Bandas Interestelares Difusas, el misterio acerca de su naturaleza y de las implicaciones de su existencia no ha cesado. Analizando la luz de las estrellas, Heger encontró en los espectros líneas inesperadas que son creadas por algo que existe en el espacio interestelar entre las estrellas y la Tierra. Las líneas observadas no coinciden con las líneas previstas para moléculas simples, y no se las puede atribuir a un único portador. Su existencia delata que la luz atraviesa nubes de gas y polvo con una composición química bastante compleja.

El mapa, por ahora incompleto, mostrando la ubicación en la Vía Láctea de las fuentes de las Bandas Interestelares Difusas. (Imagen: T.W. Lan, G. Zasowski, B. Meacutenard, SDSS, 2MASS/UMass/IPAC-Caltech/NASA/NSF)



Investigaciones adicionales mostraron que estas misteriosas líneas se debían a moléculas muy variadas. Hasta donde se sabe actualmente, hay unos 500 tipos principales distintos de bandas, que deben corresponder a otras tantas identidades químicas, pero hay miles de candidatos posibles y por ahora nadie ha conseguido una identificación reveladora.

Según las más recientes hipótesis sobre las bandas interestelares difusas, estas denotarían una asombrosa abundancia de moléculas orgánicas en el espacio interestelar. El cosmos podría estar poblado por cadenas de aminoácidos y otras moléculas de utilidad para la vida. Esto, sumado a otros indicios, podría respaldar la teoría de que las semillas químicas de la vida se originaron en el espacio y luego "llovieron" sobre la Tierra y previsiblemente sobre muchos otros planetas del universo.

Analizando la luz de cientos de miles de objetos celestes, dos equipos de la Universidad Johns Hopkins en Baltimore, Estados Unidos, han aportado la información necesaria para comenzar a trazar un mapa de la abundancia de estas intrigantes moléculas interestelares en nuestra galaxia.

Tal como advierte Brice Ménard, que ha trabajado en ambos equipos, aún no disponen de un mapa completo, pero lo que muestra el mapa parcial ya incluye numerosos rasgos de gran interés.

Gail Zasowski lideró un equipo que se centró en las partes más densas de nuestra galaxia, utilizando observaciones infrarrojas que pueden atravesar las nubes de polvo y alcanzar estrellas que de otro modo permanecen irremediablemente oscurecidas tras el polvo para los observadores.

Por su parte, el equipo de Ting-Wen Lan utilizó luz visible para detectar moléculas de esta misteriosa clase situadas más allá del plano de la galaxia, donde sus “firmas” son muy débiles y difíciles de medir. El equipo de Lan analizó la luz de más de medio millón de estrellas, galaxias y quásares, para detectar las características de las moléculas en las regiones muy por encima y por debajo del disco de la Vía Láctea. Además, el equipo pudo ver los tipos de entornos en los que es más probable encontrar estas moléculas. Algunas son comunes en regiones densas de gas y polvo, mientras que otras son más típicas de zonas solitarios, lejos de las estrellas.

Estos investigadores han podido incluso medir el movimiento de estas moléculas. Por vez primera, ha sido posible vislumbrar cómo navegan por la galaxia. Ello permitirá averiguar nuevas conexiones entre ellas y la dinámica de la Vía Láctea.

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