jueves, 26 de abril de 2012

Resuelven el enigma de la aceleración a gran escala de electrones cerca de la Tierra

Un misterioso fenómeno detectado por sondas espaciales finalmente ha sido explicado gracias a una simulación masiva por ordenador que fue capaz de reproducir con precisión los detalles de las observaciones hechas por las naves espaciales.

El hallazgo no sólo podría resolver un enigma astrofísico, sino que también podría conducir a una mejor capacidad de predecir las corrientes de electrones de alta energía en el espacio que pueden dañar a los satélites artificiales.

El trabajo que ha conducido al descubrimiento fue realizado por el equipo de los físicos Jan Egedal y Ari Le del MIT (Instituto Tecnológico de Massachusetts) y William Daughton del Laboratorio Nacional de Los Álamos, ambas instituciones en Estados Unidos,

Egedal propuso tiempo atrás una teoría para explicar esta aceleración a gran escala de los electrones en la estela o "cola" magnética de la Tierra, un campo magnético extenso e intenso, estirado hacia el exterior de la Tierra por la acción del viento solar. Sin embargo, antes de que fueran obtenidos los datos de la nueva simulación por ordenador, esta teoría estuvo arrinconada por el escepticismo de muchos científicos que la consideraban una hipótesis descabellada. Gracias a los nuevos datos, la situación ha cambiado drásticamente.

La simulación muestra que una región activa en la estela magnética de la Tierra, en donde los eventos de reconexión tienen lugar en el campo magnético, es aproximadamente 1.000 veces más grande de lo que se había pensado. Esto significa que el volumen de espacio energizado por estos eventos magnéticos es suficiente para explicar el gran número de electrones de alta velocidad detectados por diversas misiones espaciales, incluida la misión Cluster.

Resolver el problema requirió una cantidad titánica de potencia de cálculo de una de las supercomputadoras más avanzadas del mundo, en el Instituto Nacional de Ciencias de la Computación, ubicado en el Laboratorio Nacional estadounidense de Oak Ridge, en Tennessee. La supercomputadora, llamada Kraken, tiene 112.000 procesadores trabajando en paralelo y consume tanta electricidad como un pueblo pequeño. Para el estudio se utilizaron 25.000 de estos procesadores durante 11 días, a fin de seguir los movimientos de 180.000 millones de partículas simuladas en el espacio durante un evento de reconexión magnética.

jueves, 19 de abril de 2012

HISTORIA DEL PERIHELIO DE MERCURIO

Mercurio es el planeta más cercano al Sol del Sistema Solar. Tiene 4848 km de diámetro y nunca está más cerca de nosotros que unos 80 millones de km. Ningún telescopio en la Tierra puede mostrar detalles de su superficie. ¿Y por qué os explico estos detalles que, a buen seguro, todos conoceréis? Pues porque este planeta es el protagonista en nuestra historia de hoy.

El Mariner 10 fue la primera sonda que se envió. Se lanzó en noviembre de 1973, pasó cerca de Venus el febrero siguiente y tuvo el primer contacto en marzo de 1974. Pasó cerca de él tres veces antes de perderse el contacto con ella. Hoy día sabemos que dicha nave tiene que estar todavía en órbita alrededor del Sol pero se ha perdido la esperanza de encontrarla de nuevo.
El Mariner 10 confirmó que Mercurio apenas tiene aire. La presión en superficie es del orden de las diez mil millonésimas de milibar. Eso aquí lo llamamos “vacío”.
Una curiosidad respecto al viaje del Mariner 10 es que fue la primera sonda que empleó le técnica de “asistencia por gravedad”. En palabras llanas, aprovechó el tirón gravitatorio de Venus. Veamos, si Venus hubiera estado quieto, la nave se hubiera acelerado al acercarse a y decelerado al alejarse, siendo un proceso simétrico y lo máximo a conseguir sería un cambio de dirección; sin embargo, Venus, a la vez, está en movimiento alrededor del Sol y hace que el sistema deje de ser simétrico. Los únicos inconvenientes con las asistencias de gravedad son que aumentan el tiempo de viaje y que hay que esperar a que los planetas estén alineados en la configuración idónea.
Pero antes de continuar con el planeta Mercurio quisiera hablaros de aquel eclipse de 1919 en el que Arthur Stanley Eddington comprobó que los rayos de luz se curvaban alrededor del Sol. Los astrónomos implicados en dichas observaciones estimaron el error en un 10%, pero no todo el mundo fue tan optimista. Svante August Arrhenius escribió una carta en 1921 al comité Nobel manifestando su escepticismo ante resultados tan positivos.


En realidad, los datos sacados de aquella expedición no eran muy fiables y voy a daros algunas razones. Para empezar, el proceso se reducía a la comparación entre dos fotografías. La primera de ellas debía tomarse seis meses antes del experimento. En aquel momento, el Sol estaría a nuestra espalda a la fotografía y los astrónomos debían medir la posición de algunas estrellas. Seis meses más tarde, debían medir las mismas estrellas pero con el eclipse por medio. Tenían que poner de manifiesto las diferencias de posiciones de algunas de esas estrellas teniendo en cuenta que la desviación era de 1,75 segundos de arco, o sea unas 50 milésimas de grado y os recuerdo que si extendéis un brazo con el índice levantado, en una circunferencia del radio de ese brazo, el dedo sería un grado; pues 50 milésimas de eso.
Pero es que la cosa era más compleja de lo que parecía. Tenían que comparar placas fotográficas tomadas con seis meses de de diferencia y ello daba muchas fuentes de error, desde que la propia placa fotográfica se hubiera dilatado o contraído hasta que el enfoque del telescopio hubiese sido modificado incluso de forma muy ligera. Llegaron, incluso, a desechar una de las placas por ser incoherente. Aquí se podría acusar de datos sesgados, pues los observadores tienden a ajustarse con los datos de una teoría.
No es una acusación de fraude científico, pero es natural que cuando alguien quiere observar un fenómeno, tiende a tomar los experimentos más favorecedores y desechar los más desfavorecedores.
Pues bien, finalizada esa expedición de 1919, cuando un estudiante le comentó los resultados, simplemente, dijo:
- Lo sé, la teoría es correcta.
- ¿Y si no se hubieran curvado? – respondió Eddington.
- Pues lo hubiera sentido por el buen Dios. La teoría es correcta.
Tres años antes de esa expedición, en una carta a Arnold Sommerfeld, Einstein escribía:
Usted se convencerá de la Relatividad General una vez la haya estudiado. Por consiguiente, no voy a decir una palabra en su defensa.
La pregunta es, ¿cómo podía tener Einstein tanta confianza en su teoría? Pues porque antes había solucionado el problema de la precesión del perihelio de Mercurio, planeta del que os hablaba al principio.
¿Y qué es eso de la precesión de su perihelio? Veamos, Mercurio no se mueve en circunferencias alrededor del Sol, sino que lo hace en forma de elipses en la que el Sol está en uno de sus focos. Cuando Mercurio está en la parte más cercana al astro Rey está en el perihelio y cuando está en la más lejana en el afelio.

El movimiento sigue las leyes de Kepler de modo que el área encerrada por CSD es la misma que BSA a tiempos iguales. De aquí se desprende que cuanto más cerca del Sol más rápido irá. Pues bien, esta elipse no está siempre orientada de la misma manera, sino que va girando con el tiempo. O sea, la elipse da vueltas o, dicho de otra manera, el perihelio se desplaza y a eso se le llama la precesión del perihelio de Mercurio.

El problema es que según las leyes de Newton esa elipse tenía que girar a razón de 575 segundos de arco por siglo que es lo mismo que decir que al cabo de 225.000 años dicha elipse daría una vuelta completa cuando se había comprobado que, en realidad, giraba a razón de 532 segundos de arco por siglo, lo que equivaldría a decir que en 244.000 años daría una vuelta. Unos cuantos miles de años de diferencia, ¿verdad?
Todos los planetas presentan una precesión de su perihelio, pero la diferencia de calcularlo según las leyes de Newton o las de la Relatividad General sólo se nota de forma tan sobresaliente en Mercurio.
Esto puede parecer superfluo, pero traía de cabeza a los científicos de la época. Para que os hagáis una idea, el matemático francés Urbain Jean Joseph Le Verrier, el mismo que predijo la existencia de Neptuno, postuló también la existencia de otro planeta situado entre Mercurio y el Sol para explicar esas desviaciones respecto las previsiones de las leyes de Newton. De haber sido encontrado, se hubiera llamado Vulcano. Es más: fueron a buscarlo. El 29 de julio de 1878 hubo un eclipse de Sol en EEUU y allí fueron para intentar ver ese planeta. Curiosamente, allí fue hasta el mismísimo Thomas Alva Edison pero por otra razón: quería probar un termómetro muy sensible al calor solar. Fuera como fuera, no encontraron nada.
Pues bien, cuando Albert Einstein introdujo las ecuaciones de la Relatividad General para calcular la precesión del perihelio de Mercurio le dio (sorpresa) 532 segundos de arco por siglo. Y aquí nadie ajustó nada, no hubo trampa ni cartón, ni observaciones eliminadas por no coincidir con la teoría ni nada por el estilo. Fue una diana directa. La hipótesis de Vulcano quedó enterrada.
Esta fue la razón que convenció a Einstein que su teoría era correcta y que ya sabía mucho antes de la famosa expedición de Arthur Eddington para comprobar la curvatura de los rayos de luz alrededor de un campo gravitatorio. Dicen que después de ver cómo la Relatividad General cuadraba con la precesión del perihelio de Mercurio estuvo varios días en que no cabía en sí de gozo.
Y visto de este modo, aunque muchos pensaran que el gran éxito de la Relatividad General era explicar la curvatura de los rayos de luz en un campo gravitatorio, en realidad, durante aquellos años, el éxito de la Relatividad General fue en realidad la explicación de ese comportamiento anómalo de Mercurio. No obstante y, por si hay que recordarlo, después de la Segunda Guerra Mundial, con la radioastronomía y el radar se ha confirmado dicha curvatura con un error experimental del 1%.

miércoles, 11 de abril de 2012

Presentan las medidas más precisas entre galaxias desde que el Universo se acelera

La colaboración internacional Sloan Digital Sky Survey (SDSS-III) ha presentado las medidas más precisas obtenidas hasta el momento de las distancias de 300.000 galaxias llegando al universo lejano. Estos resultados ofrecen una mirada sin precedentes al momento en que la expansión del Universo empezó a acelerarse, hecho cuyo descubrimiento supuso el Nobel de Física el año pasado

Tras más de dos años de trabajo del proyecto Baryon Oscillation Spectroscopic Survey (BOSS), un proyectos de la colaboración SDSS-III, se presentan ahora los resultados. El 30 de marzo se presentaron las medidas más precisas obtenidas hasta la fecha de las distancias de 300.000 galaxias llegando hasta el universo lejano, según recogen seis artículos publicados en el repositorio digital arXiv.
Uno de los descubrimientos más sorprendentes de las últimas dos décadas en astronomía, reconocido con el Premio Nobel de Física de 2011, ha sido la constatación de que nuestro Universo no solo se expande, sino que esa expansión se está acelerando, posiblemente como resultado de la acción de la llamada energía oscura, cuya naturaleza se desconoce.
El propósito del proyecto BOSS para tratar de dar respuesta a este problema ha sido realizar un gran cartografiado del mayor número posible de galaxias con medidas precisas de sus distancias. A partir de estas medidas, los astrónomos pueden deducir la historia de la expansión del Universo y su ritmo de aceleración.
BOSS empezó a tomar datos a mediados de septiembre de 2009, con un nuevo espectrógrafo instalado en el telescopio de 2,5 metros del SDSS en el Observatorio Apache Point en Nuevo México, EE.UU. En tan solo dos años y medio, este experimento ha medido las posiciones exactas de más de 300.000 galaxias en todo el cielo, lo cual permite remontarnos hacia el pasado de nuestro Universo, a más de 6.000 millones de años. BOSS seguirá recopilando datos hasta 2014, año en que se completará el cartografiado final, que triplicará el tamaño del que se ha analizado hasta ahora.
El rastreo del cielo llevado a cabo por BOSS reproduce un mapa de galaxias y cúmulos de galaxias agrupadas en paredes y filamentos, con gigantescos vacíos que separan estas estructuras. Todas estas estructuras surgieron a partir de pequeñas variaciones de densidad en los inicios del Universo que llevaban el sello de las oscilaciones acústicas de bariones (BAO), unas ondas de sonido que se propagaban por el Universo temprano a través de la materia, que más tarde empezaría a colapsar para formar las galaxias.
Miles de millones de años más tarde la huella de las BAO todavía puede reconocerse en el Universo. Este patrón puede interpretarse como una huella dactilar cósmica reflejada en la distribución de galaxias. De los detalles de esta huella dactilar pueden medirse los parámetros del Universo y las propiedades de la energía oscura. En otras palabras, de la misma manera que las huellas dactilares son únicas para cada persona, la huella dactilar cósmica permite determinar cómo es el Universo.
Con los datos tomados hasta la fecha, BOSS ha sido capaz de medir las BAO con un error del 2%, la medición más precisa de este dato realizada hasta hoy. El mapa producido por BOSS permite ver el Universo cuando tenia la mitad de su edad actual y ver el momento en el que empieza a acelerarse su expansión.
Fuente: SINC

El cambio climático alteraría la vida microbiana en los polos

Un estudio internacional, en el que participan investigadores de la Universidad Autónoma de Madrid y la Universidad de Valencia, advierte que el cambio climático producirá alteraciones en los tapetes microbianos de las regiones del Ártico y la Antártida que podrían llegar a ser cruciales para los ecosistemas polares tal y como hoy los conocemos.

Los tapetes microbianos constituyen la mayor biomasa no marina y acumulan la mayor biodiversidad en las zonas polares. Experimentos basados en muestras obtenidas en la isla Livingston de la Antártida y en distintas zonas del Ártico, determinaron recientemente que el actual cambio climático podría producir alteraciones importantes en estos tapetes biológicos formados por múltiples capas de microorganismos.

Como parte de los experimentos, los autores del estudio mantuvieron las muestras en laboratorio a distintas temperaturas durante varios meses. Las temperaturas oscilaron entre las que hoy se encuentran en los polos y las que pronostican los modelos de cambio climático para las siguientes décadas.

Los resultados obtenidos indicaron un notable cambio en las relaciones entre las especies que componen los tapetes microbianos. Habría un aumento de la diversidad de cianobacterias —los microorganismos más abundantes en las regiones polares—, pero se produciría también un cambio en la dominancia de las especies, de modo que algunas especies dominantes a bajas temperaturas desaparecerían a las temperaturas pronosticadas. A las temperaturas más elevadas, la tendencia se invierte: disminuye la diversidad y los tapetes tienden a desestabilizarse y a una potencial desaparición.

Estas variaciones en las especies tendrían importantes repercusiones sobre el resto de los organismos que componen la vida microbiana de los polos: virus, bacterias, protozoos, hongos, gusanos nematodos y tardígrados, los cuales se alimentan de cianobacterias.


Uno de los resultados más sorprendentes de esta investigación ha sido el descubrimiento de que, a las temperaturas esperadas en los polos, las cianobacterias que dominan los tapetes microbianos comienzan a producir toxinas, en particular microcistinas, que pueden tener una gran influencia en el resto de los organismos del tapete”, asegura el Dr. Antonio Quesada de la Universidad Autónoma e Madrid, firmante del estudio.

Las microcistinas son producidas por cianobacterias de ecosistemas acuáticos y son bien conocidas por los científicos en regiones templadas, sin embargo son muy escasas en los ecosistemas polares. De hecho, el estudio en cuestión ha sido el primero en describirlas en el Ártico.

“Sus efectos pueden ser letales sobre ciertos organismos, y por tanto las consecuencias del  cambio climático sobre las comunidades más importantes y diversas de las zonas polares fuera de los océanos podrían llegar a ser cruciales para el mantenimiento de los ecosistemas polares tal y como hoy los conocemos”, concluye el Dr. Quesada.

En el estudio, recientemente publicado en Nature Climate Change, participan además investigadores pertenecientes a la Universidad de Valencia y a centros de investigación de Alemania, Reino Unido y Nueva Zelanda. (Fuente: UAM)

miércoles, 4 de abril de 2012

¿Vida en Encélado, una luna de Saturno?

Aunque durante mucho tiempo, de entre las lunas de Saturno, ha sido Titán la que más expectativas ha levantado entre los astrobiólogos y el público en general como satélite con probabilidades de albergar vida, algunos hallazgos recientes sobre Encélado abren la fascinante posibilidad de que ese mundo albergue formas de vida microbiana.

En varias ocasiones en que la sonda espacial Cassini ha sobrevolado Encélado, ha sido posible vislumbrar cosas que alimentan esa idea. Una de tales ocasiones ha sido durante el sobrevuelo efectuado hace varios días, concretamente el 27 de Marzo. En este sobrevuelo, la Cassini descendió hasta una altitud de tan sólo unos 74.000 metros (alrededor de 46 millas) sobre la superficie del polo sur de esa enigmática luna.
 

Por las fisuras de Encelado se liberan grandes cantidades de helio.Foto Cassini/ NASA


Esos sobrevuelos han revelado una notable abundancia de "géiseres" que expulsan moléculas de agua. Esos surtidores se abastecen a partir de lo que parece ser un vasto mar subterráneo. Los géiseres, que conducen el material saliente a través de fisuras en la corteza de hielo del astro, podrían delatar la existencia de una zona habitable en Encélado.
Más de 90 géiseres de todos los tamaños cerca del polo sur de Encélado expulsan vapor de agua, partículas de hielo y compuestos orgánicos hasta una altura considerable. La Cassini ha volado varias veces a través de una tenue nube de material formada por la acción de los géiseres. Una de estas ocasiones ha sido el pasado 27 de Marzo. Cruzar por esa nube le ha permitido a la nave analizar la composición básica del material. El equipo de Carolyn Porco, jefa del grupo científico de gestión de imágenes de esa sonda espacial de la NASA, ha comprobado que aparte de agua y material orgánico, hay sal en las partículas de hielo. Y su salinidad es la misma que la de los océanos de la Tierra.

Con 505 kilómetros de diámetro, Encélado es casi siete veces más pequeño que la Luna de la Tierra. Pero a diferencia de nuestro satélite natural, Encélado está cambiando continuamente, como se deduce de los chorros de sus géiseres de hielo y agua líquida, que son probablemente el resultado del calor y la presión existentes en sus profundidades. La fuente indirecta de ese calor interno de Encélado parece ser Saturno. El tirón gravitatorio de Saturno genera fuertes tensiones estructurales en esa luna, hasta el punto de que la forma de Encélado cambia sutil pero perceptiblemente de forma a diario a medida que recorre su órbita en torno a Saturno. Esas tensiones y deformaciones generan calor.
 

Los geiseres que expulsan particulas de hielo son abundantes cerca del polo sur.Foto:NASA/JPL


La superficie de Encélado es bastante joven, posiblemente de menos de 100 millones de años de edad. Es la sexta luna más grande conocida de las que giran alrededor de Saturno. El astrónomo William Herschel descubrió este satélite en 1789.
La superficie de hielo de Encélado incluye áreas de llanuras suaves, las "fumarolas" de hielo (aberturas en el terreno helado por las que surge el material interno), y largas líneas de fracturas en su polo sur. Las fracturas son la fuente de los penachos de partículas de hielo expelidos por el astro.

Porco cree que este singular satélite, con su aparente mar subterráneo de agua líquida, su materia orgánica, y la fuente de energía térmica derivada de esas deformaciones y tensiones estructurales constantes, podría albergar en el subsuelo el mismo tipo de vida que existe en ambientes comparables de la Tierra. Los ecosistemas que Encélado acaso posea se podrían parecer a los que alberga la Tierra a gran profundidad. En zonas subterráneas de rocas volcánicas de la Tierra, el calor y el agua líquida son abundantes. Las formas de vida en estas rocas terrestres subsisten del hidrógeno (liberado por reacciones entre el agua líquida y las rocas calientes) y del dióxido de carbono, y producen metano, el cual es reciclado, volviendo a dar lugar a hidrógeno. Y todo ello ocurre en ausencia total de luz solar o de cualquier producto generado por ella.
Pese a todo, lo que hace único a Encélado es que su zona habitable es de acceso muy fácil para los análisis químicos. Debido a la baja gravedad de ese astro, los géiseres son capaces de lanzar material a una altura suficiente como para que la Cassini tome muestras. Si hay vida, sería factible atrapar microorganismos desde el espacio, durante un sobrevuelo de un vehículo espacial. O también en la superficie, donde algunas de las partículas expulsadas acaban cayendo.

Esto abre la fascinante posibilidad de que el astro donde más fácil sea detectar vida, en caso de haberla, sea Encélado. Tal como subraya Porco, la nieve que circula a gran altitud o se deposita en la superficie de Encélado podría albergar microorganismos. En definitiva, no habría que taladrar a través de kilómetros de hielo, ni excavar a gran profundidad en terrenos rocosos, ni enfrentarse a tantos otros obstáculos como exige la búsqueda de vida en otros astros del sistema solar.