jueves, 22 de enero de 2015

Detección de una enigmática emisión cósmica de ondas de radio

Desde hace unos pocos años, la comunidad científica viene detectando un fenómeno extraño, de cuya existencia no se tenía conocimiento anteriormente. El fenómeno se manifiesta como una breve ráfaga o fogonazo de ondas de radio, que dura solo unos pocos milisegundos.

La primera ocasión en que se detectó fue en 2007, cuando unos astrónomos revisaban datos archivados de observaciones hechas por el radiotelescopio de Parkes, que la CSIRO (Commonwealth Scientific and Industrial Research Organisation) tiene ubicado en el este de Australia. Sin embargo, nadie estaba seguro siquiera de si era real. Aquel enigmático primer estallido, sobre el cual los redactores de NCYT de Amazings escribimos un artículo (http://www.amazings.com/ciencia/noticias/161107d.html) publicado el 16 de noviembre de 2007, se ha conocido desde aquel año como el "Estallido de Lorimer", por el nombre del científico que dirigió la investigación en la que se hizo el hallazgo, Duncan Lorimer, de la Universidad de Virginia Occidental en Estados Unidos. El radiofogonazo llegó a la Tierra en 2001, pero fue en 2007 cuando se le detectó al reanalizar datos de observaciones hechas por el citado radiotelescopio desde Australia.

Desde entonces, se han descubierto seis ráfagas más, detectadas en los datos del radiotelescopio de Parkes, y una séptima que se encontró en datos ofrecidos por el radiotelescopio de Arecibo, en Puerto Rico. Ello ha demostrado que el fenómeno es real. Sin embargo, casi todas fueron descubiertas mucho después de realizadas las observaciones. Los astrónomos buscaron entonces medios para percatarse de estos radiofogonazos tan pronto como sean captados por los radiotelescopios, ya que si se escruta con diversos instrumentos el punto del cielo del cual uno de ellos ha llegado unas horas o días antes, hay más probabilidades de ver detalles adicionales del fenómeno y hasta de localizar algún astro o astros sospechosos de estar involucrados en el fenómeno. Si, en vez de eso, se escruta el punto del cielo solo años después, muchas pistas potenciales ya habrán desaparecido.

Un equipo de astrónomos desarrolló una técnica para conseguir esta detección rápida, y recientemente se ha logrado captar una de estas emisiones y acto seguido dirigir a ese punto del cielo muchos otros instrumentos de observación.

La investigación realizada por el equipo internacional integrado, entre otros, por Emily Petroff, de la Universidad Swinburne de Tecnología, en Australia, y Daniele Malesani, del Centro de Cosmología Oscura en el Instituto Niels Bohr, dependiente de la Universidad de Copenhague en Dinamarca, ha logrado escarbar un poco más en la misteriosa naturaleza de estas emisiones. Se ha determinado que la última captada proviene de una distancia enorme, que puede ser del orden de 5.500 millones de años-luz. Esto significa que la fuente de esta ráfaga y presumiblemente las de las otras emiten con una potencia descomunal, capaz de hacer que las señales recorran medio universo sin debilitarse tanto como para no poder ser captadas en la Tierra.

Las nuevas observaciones han permitido descartar algunas hipótesis sobre la naturaleza del emisor. Por ejemplo, el hecho de no haber podido percibir luz en otras longitudes de onda en el punto emisor del cielo permite descartar que las fuentes del fenómeno sean supernovas cercanas.

Otro interesante fragmento de información que el equipo pudo recoger sobre el fogonazo es su polarización. La orientación de las ondas de radio indica que este se originó probablemente en las inmediaciones de un campo magnético, o que pasó cerca de uno, información que puede ayudar a reducir la cantidad de fenómenos candidatos como fuente de las raras emisiones, y de este modo avanzar, por eliminación, en el esclarecimiento del enigma.

¿Qué puede estar provocando estas misteriosas ráfagas? Nadie tiene una teoría clara al respecto. Quizá el fogonazo de ondas de radio podría estar relacionado con un tipo muy compacto de objeto cósmico, como las estrellas de neutrones o los agujeros negros, y ser generado mediante colisiones entre astros de ese tipo o “terremotos” acaecidos en ellos.

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