Es previsible que eventos meteorológicos extremos, tales como la severa ola de
calor que asoló Estados Unidos el año pasado, o la desencadenada en el 2010 en
Rusia, sean más frecuentes en el futuro cercano.
Hace unas décadas, olas
de calor como esas eran muy raras. Hoy, debido al calentamiento global, en
verano ya hay cada mes olas de calor con esa magnitud en el 5 por ciento de la
superficie terrestre. Y se estima que el fenómeno se duplique para el 2020 y
llegue a cuadruplicarse alrededor del 2040, según un nuevo e inquietante estudio
realizado por científicos del Instituto para la Investigación de Impactos del
Clima, en Potsdam, Alemania, y la Universidad Complutense de Madrid en España.
Esta nueva investigación se suma a otras que coinciden en señalar un auge futuro
de las olas de calor.
Un aumento adicional de las olas de calor en la
segunda mitad de nuestro siglo podría detenerse si se redujeran sustancialmente
las emisiones globales de gases de efecto invernadero. Si no se logra esa
reducción de las emisiones, en muchas regiones los meses de verano más fríos a
finales del siglo serán más calientes que los más cálidos que experimentamos en
nuestros días. "Estaríamos en presencia de un nuevo régimen climático". Así lo
sentencia Dim Coumou del Instituto para la Investigación de Impactos del
Clima.
Las olas de calor exceden por un amplio margen la variabilidad
natural al alza usual de las temperaturas de verano en una región dada. Son
períodos que a menudo provocan pérdidas en las cosechas, incendios forestales, y
hasta un aumento claro en la tasa de fallecimientos de personas.
Si se continúa emitiendo CO2 como hasta hoy, las olas de calor del verano
podrían afectar a hasta un 85 por ciento de la superficie terrestre para el año
2100, a juzgar por lo que muestra el estudio.
Además, olas de calor aún
más severas, que actualmente casi nunca ocurren, podrían afectar a hasta el 60
por ciento de la tierra habitada del planeta si se cumplen los pronósticos del
equipo de Coumou y Alexander Robinson.
Aunque las medidas para mitigar el
cambio climático podrían impedir que esto ocurra, el aumento que se calcula para
mediados de siglo parece ser ya imparable, sin importar cuál sea el escenario de
emisiones de gases de efecto invernadero con que se hagan las estimaciones. Como
dice Coumou, ya hay suficiente gas con efecto invernadero en la atmosfera como
para que un aumento a corto plazo en la incidencia de las olas de calor sea algo
ya casi inevitable.
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