Dispersas alrededor de la Vía Láctea, existen estrellas similares a nuestro Sol,
y que a veces tienen planetas a su alrededor. De estos, algunos de los
considerados inhabitables por estar demasiado lejos de su estrella, podrían en
realidad tener una temperatura adecuada para albergar vida, gracias al calor
interno.
Los resultados de un nuevo estudio indican que muchos planetas
en órbita a otras estrellas pueden tener más calor interno que la Tierra y
también, debido a ello, ser más dinámicos geológicamente.
Según las
conclusiones de este estudio, los interiores de muchos planetas de tipo
terrestre en los sistemas solares observados, son probablemente más calientes
que la Tierra (hasta un 25 por ciento más), lo que les haría geológicamente más
activos y más proclives a conservar agua en estado líquido que sustente la vida,
al menos la más simple, de tipo microbiano.
El equipo de Cayman
Unterborn, Jennifer Johnson y Wendy Panero, combinó astronomía con geología para
buscar los lugares con más probabilidades de albergar vida
extraterrestre.
Se estudió a ocho estrellas muy parecidas a nuestro Sol
en cuanto a tamaño, edad y composición general, para medir la cantidad de
elementos radiactivos que contienen.
La búsqueda se centró en elementos
como el torio y el uranio, que son esenciales para la tectónica terrestre de
placas, ya que calientan el interior de nuestro planeta. La tectónica de placas
ayuda a mantener el agua en la superficie de la Tierra, por lo que la existencia
de placas tectónicas se puede tomar en algunos casos como un indicador de que el
planeta es capaz de albergar vida.
De las ocho estrellas parecidas al Sol
estudiadas hasta ahora, siete parecen contener mucho más torio que nuestro Sol,
lo que sugiere que los planetas que las orbitan contienen más torio también.
Esto, a su vez, significa que el interior de esos planetas es probablemente más
caliente que el nuestro.
Una de las estrellas examinadas, por ejemplo, contiene 2,5 veces más torio que
nuestro Sol. Según los cálculos, los planetas de tipo rocoso (como la Tierra)
que se formaron alrededor de esa estrella probablemente generan un 25 por ciento
más calor interno que la Tierra, permitiendo que la tectónica de placas persista
un mayor tiempo en la historia del planeta, haciendo más probable que la vida
surja en él.
Los elementos radiactivos como el torio y el uranio están
presentes en el manto terrestre. Estos elementos calientan el planeta desde el
interior, algo totalmente independiente del calor que emana del núcleo de la
Tierra.
El núcleo no es por tanto nuestra única fuente de calor interno.
Una fuente muy importante es la lenta desintegración radiactiva de los elementos
que estaban aquí cuando se formó la Tierra. Sin radioactividad, no habría
suficiente calor para conducir la tectónica de placas que mantiene en la
superficie a los océanos de la Tierra.
La relación entre el agua de la
superficie de la Tierra y la tectónica de placas es compleja y aún hay grandes
lagunas en su conocimiento científico. Panero la llamó "uno de los grandes
misterios de las geociencias". Pero los investigadores están empezando a
sospechar que las mismas fuerzas de convección de calor en el manto que mueven
la corteza terrestre, de alguna manera también regulan la cantidad de agua en
los océanos.
Tal como apunta Unterborn, parece razonable suponer que si
un planeta es capaz de retener durante muchos millones de años un océano, debe
poseer algún tipo de "sistema de reciclaje" de su corteza.
En particular,
la vida microbiana en la Tierra se beneficia del calor del subsuelo. Muchas
especies de microbios no dependen del Sol para obtener energía, pero necesitan
el calor proveniente del interior de la Tierra que, en su mayor parte, proviene
de la desintegración del uranio. Los planetas ricos en torio, un elemento con
más energía y un período de semidesintegración mayor, serían más calientes y
permanecerían así por más tiempo, por lo que tendrían más probabilidades de
desarrollar vida.
En cuanto a por qué nuestro sistema solar tiene menos
torio, es probablemente cuestión de azar. Todo comienza con las supernovas. Los
elementos creados en una supernova determinan los materiales que estarán
disponibles para las nuevas estrellas y planetas que se formarán. Las estrellas
similares al Sol estudiadas por el equipo de Unterborn se encuentran dispersas
por la galaxia, de modo que se formaron a partir del material producido por
diferentes supernovas. Tenían más torio disponible del que tuvo nuestro sistema
solar al formarse.
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