Los nuevos indicios los ha obtenido el equipo de Joseph Michalski, del Instituto de Ciencia Planetaria en Tucson, Arizona. Michalski y sus colaboradores han hecho un análisis de datos espectrométricos reunidos por la MRO. Esta sonda de la NASA hizo observaciones cruciales del fondo del cráter McLaughlin. Dicho cráter mide 92 kilómetros (57 millas) de diámetro y alcanza 2,2 kilómetros (1,4 millas) de profundidad.
Todo apunta a que el cráter albergó un lago, alimentado por aguas subterráneas.
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En su conjunto, éstas y otras características sugieren que los citados minerales de carbonato y de arcilla se formaron en un lago cuyo lecho era el cráter (que constituía una cuenca cerrada) y que estaba alimentado por aguas subterráneas.
Ese lago, y el medio acuático subterráneo del que se abastecía de agua, pudieron ser sitios aptos para albergar formas de vida.
El cráter McLaughlin está situado en el extremo bajo de un terreno con pendiente, el cual mide varios cientos de kilómetros de longitud y se halla en el lado oeste de la región marciana conocida como Arabia Terra. Al igual que en la Tierra, las ubicaciones marcianas más probables para lagos alimentados por aguas subterráneas son las que tienen poca elevación con respecto al terreno circundante. Por lo tanto, en ese aspecto la ubicación del cráter McLaughlin también encaja a la perfección con la teoría de que albergó un lago.
Conforme se avanza en la exploración del Planeta Rojo, más complejo se revela este mundo, y mayores resultan ser sus similitudes con la Tierra
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