Más de 20 años después de que dicho Protocolo de Montreal limitase las emisiones humanas de las sustancias que disminuyen la presencia de ozono en la estratosfera, las inspecciones de la zona del agujero de la capa de ozono efectuadas por satélites han mostrado que, esencialmente, se ha estabilizado, dejando de adoptar tamaños cada vez mayores. Sin embargo, dos nuevos estudios muestran que aún no hay signos claros de recuperación.
La presencia de agujeros ocupando áreas más pequeñas, y la existencia de una cantidad total de ozono más grande, no necesariamente son evidencias de recuperación atribuibles a la disminución del agente químico culpable, tal como argumenta Susan Strahan, del equipo de investigación, y científica del Centro Goddard de Vuelos Espaciales de la NASA en Greenbelt.
Para averiguar lo que ha estado sucediendo dentro del agujero de ozono, Strahan y Natalya Kramarova, también del Centro Goddard, se valieron de datos obtenidos por satélites para así asomarse al interior del agujero.
Un análisis minucioso del agujero de 2012 en la capa de ozono ha revelado que fue más complejo de lo creído anteriormente. El ozono aumentó en altitudes superiores a principios de octubre, arrastrado hacia allí por los vientos, ocultando la destrucción del ozono en la estratósfera baja.
El nuevo estudio muestra que las mediciones clásicas basadas en los valores totales de ozono tienen limitaciones y no pueden revelar la situación en su totalidad.
Una de las conclusiones que se desprenden de esta investigación es que la recuperación de la capa de ozono tras el Protocolo de Montreal es más lenta de lo que parecía. Se trata de un ejemplo claro de que hay que actuar con mucha antelación para evitar los efectos nocivos de trastornos medioambientales. No se puede caer en la inacción y limitarse a actuar cuando la situación esté cerca de un desastre, porque para entonces ya será demasiado tarde aunque se apliquen medidas contundentes.